
Sabemos que nos enfrentaremos a una arista larga, muy aérea y una pendiente final de unos 45º de inclinación. Así es, comenzamos la ascensión por la arista con los dedos totalmente doloridos por el frío (no pasa nada, tarde o temprano sabemos que se nos pasará). Una vez alcanzada cierta altura, la arista se hace prácticamente horizontal y más estrecha, con cornisas suspendidas a cada lado.

La última pala tiene mucha pendiente, tenemos suerte, hay muy poco hielo (subimos cómodos). Una vez en la cima, nos encontramos con un guía y su cliente que vienen de la cumbre occidental (más baja). Nos advierte de que nos llevará una hora alcanzar la otra cima (1 km de separación), por lo que decidimos que tenemos suficiente.

Las vistas son grandiosas, el sol calienta bien, estamos sólos... Somos unos privilegiados!!.

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